Máquinas de coser hacen girar este museo

2021-12-06 06:21:32 By : Ms. Kity Kao

Desde una vista lateral, la Singer 99 75 W de fabricación estadounidense parece más un instrumento científico que una máquina de coser. Es engorroso, pesado, casi inamovible. A la vista están los piñones, el intrincado interior, incomprensible a los ojos. Muy diferente es el Juki MC 11, traído de Japón, con una sobriedad y austeridad difícil de igualar. Cada uno representa una época. El primero, el esplendor de los años treinta, la edad de oro; el segundo, el declive de los 90, la apertura económica y los vientos de crisis y desesperación. Hoy están juntos bajo un mismo techo, al cuidado de un mismo hombre: Francisco Patiño, fundador del museo Hilos de Historia.

El sitio está en Santa María, Itagüí, al borde de la Avenida Guayabal. En un edificio poco atractivo, con una fachada sin revocar, hay 126 máquinas de coser. El espacio es estrecho, abarrotado de artefactos del siglo pasado. Para llegar hay que subir tres plantas. Es una habitación en la que la luz del sol, como el polvo, entra ampliamente.

Cada máquina tiene su historia. Todos, excepto un par, fueron fabricados en el siglo XX y llegaron al país por barco. En Medellín los esperaban las pacientes manos de mujeres, que en jornadas de ocho horas o más las acariciaban, una y otra vez, para dar forma a una elegante chaqueta o una cálida ruana. Esas manos dejaron huellas imperecederas en muchas de ellas, hoy sin pintar por el paso de las décadas.

"La forma en que la vimos así", dice Francisco, arqueando el cuerpo, trayendo de vuelta el recuerdo, "mis hermanos y yo empezamos a ayudar a mi madre". Abrimos los pantalones, cortamos tela para que ella acelerara. Fue entonces cuando le di un mordisco a las máquinas.

No odias lo que es querido, dice la canción, y como el amor y el odio son dos caras de una misma moneda, al finalizar el bachillerato se animó a trabajar en una fábrica textil. Era la década de 1970 y en la ciudad florecían grandes fábricas: Coltejer, Rosellón, El Cid. Pero su madre contrarrestó su impulso infantil:

—Me dijo que no podía trabajar en una fábrica, que tenía que irme a Medellín a estudiar.

Y así lo hizo, pero sin éxito. Postuló a varias universidades, pero no fue a ninguna. Le ofrecieron ser vigilante en una fábrica que, en realidad, era un enorme almacén donde mujeres, sentadas en incómodas sillas de cuero y madera, vestían sus manos tejiendo pantalones, chaquetas, camisas y corbatas.

En 1979 se postuló para la Administración en el Sena. Una vez que llegó, le dijeron que este programa ya estaba cerrado. En cambio, podrían ofrecerle otro, Garment Mechanics. Las máquinas de coser que odiaba aparecían en la carretera.

En 1982, apenas dos años después de graduarse, ya era supervisor de máquinas en Inversiones El Cid, empresa donde se había iniciado como vigilante. Recuerda aquellos años con nostalgia, cuando la industria textil aún no había entrado en su declive definitivo.

Recuerda con facilidad cómo se trabajaba en ese entonces. El taller era enorme y cada uno de los trabajadores operaba una máquina diferente. Por la mañana hacían chaquetas de mujer. Por la tarde el turno fue para pantalones y chaquetas. Todos los días salían 3000 sacos terminados, elegantes, para que los hombres de la época pudieran abrigarse.

Cada una de las máquinas cumplía un papel específico en la cadena de producción. Con uno se puso un botón, con el siguiente se instaló un ojal, el otro tejió el dobladillo. La ropa se pasó de mano en mano, cada vez con un elemento nuevo.

Pero la máquina que enamoró a Francisco es la que cosió el llamado punto invisible. Es decir, hizo un dobladillo de dos hilos en los sacos. Fue un proceso elegante que le dio un toque fino a las prendas. En la década de los 90, El Cid contaba con varias de esas máquinas que, con el avance de la tecnología, habían caído en obsolescencia. Su jefe le pidió que descartara 12, que ya no servían para nada:

"Los tomé, los abrí y los vi adentro: piñones, levas, palancas, excéntricos". Fue como ver un cerebro. No pude triturarlos para venderlos como chatarra, como querían.

Sin otra opción, les ofreció dinero. Después de insistir, los vendieron, aunque caros. Así fue como la casa de Francisco empezó a llenarse de máquinas de coser, muchas de ellas ya inútiles, pero que contenían el recuerdo de la industria textil de Medellín.

Francisco, mientras acumulaba y catalogaba máquinas, continuó trabajando en El Cid hasta 2009, cuando la empresa fue liquidada y cerró sus puertas. Cuando los aparatos se guardaron en la casa, se le ocurrió la idea de fundar un museo.

El mismo año en que se cerró definitivamente El Cid, Francisco compró la nave del tercer piso de Itagüí. Desde entonces, las máquinas están en ese lugar. Con el tiempo fue catalogando cada uno, etiquetándolos para guiar a los visitantes, pero solo hasta 2016 el museo vio la luz. Francisco fue invitado a Donmatías, su ciudad natal, para exponerlos allí.

—Fue la primera vez que el museo se expone de forma itinerante. Agarramos para Donmatías con cada una de las máquinas ”, recuerda Francisco, tocándose el hombro derecho. Son tan pesados ​​que, si los estaba moviendo de un lugar a otro, tuve una hernia y tuve que operarme el hombro.

Hilos de Historia ha pasado por diversos lugares como los pasillos del centro comercial Premium Plaza y el municipio de Caldas. En 2017, sin pensarlo, al proyecto se le unió otro soñador. Francisco, en busca de ayuda, llamó a la Alcaldía de Itagüí. Necesitaba a alguien que pudiera asesorarlo sobre la reconstrucción histórica de la exposición.

Del otro lado de la línea se escuchó la voz de Orlando Luján, quien ya había estudiado la historia de la industria textil en Medellín y sus alrededores, e inició una unión que ha fortalecido al museo. Luján escribió Hilos de historia, tecnología de la confección y tejido social en Itagüí, siglo XX, un libro basado en las 126 máquinas que se exhiben en el museo. Más allá de un recorrido por los electrodomésticos, se trata de un recorrido por las entrañas de la industria de la confección del siglo pasado, principal motor económico de la región.

Hilos de Historia narra lo sucedido con las máquinas que hoy, inmóviles y quietas, esperan a los visitantes. El significado profundo es contar, contar, contar:

“La exposición refleja una época, conserva la memoria de Antioquia, el espíritu de los antioqueños”, dice Luján.

Medellín y sus alrededores, que hasta el siglo XIX había sido una ciudad agrícola, vieron el auge de sus industrias en el siglo XX. Desde la fundación de Coltejer, en 1906, las empresas textiles comenzaron a proliferar, teniendo un esplendor en los años 30.

En 1967, Daniel Herrero acuñó el escudo “Manchester Latinoamérica” en Medellín. La alusión a la ciudad inglesa no fue en vano. Para la década de 1970, según un artículo de Jorge Valencia Restrepo, que se publicó en la enciclopedia Historia de Medellín, la ciudad proporcionaba el 90 por ciento de las telas que se vendían a nivel nacional. En América Latina fue líder indiscutible, incluso por encima de São Paulo.

Esos recuerdos descansan hoy en Itagüí, en esa sala del tercer piso, de un edificio sin mucha gracia. Pero el soñador que dio forma a la historia, que resultó herido al cargar sus 126 máquinas, espera encontrar un lugar más adecuado donde exhibirlas a gusto, como se merecen. Busca a alguien que le abra las puertas, que le dé la oportunidad de sacar del olvido esos aparatos pesados, anacrónicos y, a su juicio, hermosos.

En una videoconferencia entregada desde México, Orlando Luján y Francisco Patiño escucharon con asombro que uno de los ponentes cuestionaba por qué no existía un museo de maquinaria industrial en Colombia o que hacía referencia a la industria textil. "Si Colombia tiene un museo del oro, ¿por qué no tiene uno que rinda homenaje a su industria textil?" Preguntó el expositor. Esas palabras animaron más a Francisco y Luján. Recientemente, Hilos de Historia recibió la visita de la Red Nacional de Museos del Ministerio de Cultura. La idea es que la iniciativa pueda ingresar a la red y recibir beneficios.

Comunicador-Periodista Social UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano. Entre los géneros periodísticos me inclino por la crónica.

Es impreciso decir que toda la población desperdicia. Según la investigación citada, mientras que el estrato 6 en Medellín duplica el consumo diario per cápita recomendado por la OMS, en el estrato 1 están lejos de los 100 litros estimados por la organización y apenas consumen 68 litros diarios. Por tanto, más allá de la regulación y la gobernanza, otro desafío crucial, plantea Navarro, es lograr la equidad en el acceso al agua potable.

En este último, Aburrá y Antioquia, asegura, son ejemplares. Hace apenas dos semanas Navarro estaba socializando los esquemas diferenciales que permiten adecuar el servicio de acueducto a tres escenarios: áreas de difícil manejo (barrios subnormales), áreas de difícil acceso y con condiciones particulares. En esto, el gerente reconoce que EPM está a la vanguardia. Este año, a través de su línea “Abastecimiento comunitario en zonas de difícil manejo”, la empresa superó los 1.500 hogares beneficiados con acueducto y los 4.519 con alcantarillado.

Queda mucho por hacer y las amenazas están ahí. Hay informes que apuntan a que el recurso hídrico de Riogrande II tendrá una vida útil hasta el 2022 y la calidad del agua en las corrientes de agua en la jurisdicción de Aburrá que sirven para abastecerlo es cada vez más pobre. norte

· De forma preliminar, el coordinador del PAAL Carlos Mario Vélez señaló que hasta el momento las rutas han permitido dilucidar problemas relacionados con los residuos sólidos, la gestión del recurso hídrico (como vertidos de aguas residuales y ocupación del cauce) y efectos sobre el terreno. como deslizamientos de tierra al borde de los arroyos.

· La Comuna 14, según la misma fuente, muestra potencialidades como la existencia de acueductos comunales y espacios públicos con abundante fauna y flora, y la presencia de organizaciones comunitarias.

Periodista egresado de la UPB con especialidad en literatura, Universidad de Medellín. El paisaje asombroso, la poesía. Premios de Periodismo Siemens y Colprensa y Colectivos Rey de España. Especialidad, crónicas.

Además de ser una actividad ilegal, la venta de licor y cigarrillos de contrabando puede poner en riesgo la vida de los consumidores. Omar Perdomo recordó que prácticas como rasgar etiquetas y destruir tapones de botellas después de consumirlas forman parte de las estrategias recomendadas para dificultar el trabajo de los fabricantes de sustancias adulteradas. De igual forma, si sientes molestias luego de ingerirlo, la recomendación es acudir a los profesionales de la salud e informar a las autoridades en qué establecimiento se consumió, para que programen una visita de control y verifiquen que los productos han sido adquiridos legalmente.

Comunicadora social y periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana, especializada en investigar temas locales. También cubro temas relacionados con la salud, la historia y la ciencia.

En una videoconferencia entregada desde México, Orlando Luján y Francisco Patiño escucharon con asombro que uno de los ponentes cuestionaba por qué no existía un museo de maquinaria industrial en Colombia o que hacía referencia a la industria textil. "Si Colombia tiene un museo del oro, ¿por qué no tiene uno que rinda homenaje a su industria textil?" Preguntó el expositor. Esas palabras animaron más a Francisco y Luján. Recientemente, Hilos de Historia recibió la visita de la Red Nacional de Museos del Ministerio de Cultura. La idea es que la iniciativa pueda ingresar a la red y recibir beneficios.

Comunicador-Periodista Social UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano. Entre los géneros periodísticos me inclino por la crónica.

Cuyabra. Comunicador-periodista social de la Universidad del Quindío. Editor del área de Contenidos Digitales.

Ricardo López Lombana, gerente de la concesión Vías del Nus, explicó que cuando los conductores ingresan al corredor tienen atención de accidentes, fallas mecánicas y asistencia de incidentes. Cada kilómetro hay un punto SOS para solicitar acompañamiento, además, hay inspectores en la vía verificando las condiciones de seguridad. Las grúas, las ambulancias y los médicos están disponibles las 24 horas del día. La línea de emergencia gratuita, para que pueda mantenerla en el directorio de su teléfono celular, es 01 8000 413724; y la línea de atención al cliente es (604) 401 22 77, extensión 169.

Editor del Área Metro. Interesado en problemas sociales y transformaciones urbanas. Estudié derecho pero mi pasión es contar historias.