Olvídense de las bibliotecas escolares con enciclopedias hasta el techo protegidas por cristales y maderas, espacios deshabitados en los que escapar del mundo y refugiarse en el conocimiento. El Plan Lía 2021-2025 busca el mismo objetivo primordial —despertar la curiosidad de los niños por el saber— pero desde una perspectiva completamente diferente, a través de un laboratorio del entendimiento.

Este viernes se inauguró una de estas nuevas bibliotecas, la de un centro público que ha sido pionero en todo lo que tiene que ver con la lectura: el CEIP Emilia Pardo Bazán, en A Coruña. Hace más de quince años que en este colegio se lee en clase cada día por placer, gracias a la labor de pioneras como Carmen Mazaira y Montse Erausquín, y ahora sigue estando a la vanguardia con la nueva biblio. Cuenta con dos salas claramente diferenciadas: una está pensada para la lectura y la otra, para la acción.

Biblioteca en el CEIP Emilia Pardo Bazán, en A Coruña CESAR QUIAN

En la primera hay orejeras y mesitas que invitan a sentarse cómodamente con un libro entre las manos; hay espacio suficiente para sentirse solo estando acompañado y cierto minimalismo apoyado en los tonos claros suelos, paredes y muebles. Hay estanterías con libros, claro, pero son bajas, lo suficiente para no interrumpir la luz que llega sin límites desde la calle y el vestíbulo del colegio. Unos pocos ordenadores situados en una barra alta evitan ser los protagonistas, y las estanterías de libros se rematan con unos cajones que guardan juegos de mesa y que también pueden servir de bancos.

La vista se dirige inevitablemente hacia el fondo, a la pared blanca y el sofá redondo, preparado para la charla, y es que ese es su objetivo, porque allí se celebrarán los clubes de lectura, de los que hay cinco en el centro. «Tenemos dos de inglés y genéricos para cuarto, quinto y sexto», dice Aurora Candal, directora y tutora de uno de los terceros. La sala de lectura es acristalada y tiene entrada desde el porche del edificio, porque una de las claves del nuevo Plan Lía, y que sigue el espíritu de la nueva ley educativa, es abrirse a la sociedad, a las familias.

Biblio Lab del CEIP Emilia Pardo Bazán, en A Coruña CESAR QUIAN

El segundo espacio de este nuevo concepto de biblioteca escolar está situado dos pisos más arriba y comparte con la primera sala un suelo en maderas claras, amplísimos ventanales (que dan al mar) y paredes de cristal. Hay estanterías de poco más de metro y medio de altura, asequibles para sus usuarios, recorriendo la única pared no acristalada. En medio, un amplio catálogo de mobiliario ergonómico, apilable y con ruedas con propuestas para actividades de todo tipo que dan sentido al término bibliolab: ordenadores portátiles y carros con tabletas para los de tercero y cuarto se vayan habituando a lo que se encontrarán en quinto, cuando empiecen con E-Dixgal; una pared con microscopios; un mueble con las piezas de robótica —Diego López, coordinador de la biblioteca, ofrece talleres al alumnado de cuarto y quinto—, y muy cerca una mesa de luz; una zona de pinturas y hasta una cocina y varios fregaderos completan la dotación de este espacio que no es un polo creativo como tal, pero casi. En un extremo de esta sala, hay un pequeño estudio de radio, donde ayer los estudiantes entrevistaron a la directora xeral de Innovación, Judith Fernández, como antes lo hicieron a la alcaldesa de la ciudad, Inés Rey.

Todas las clases pasan una vez a la semana por este laboratorio, que en los recreos está atendido además por profesores y alumnos «mayores» (de sexto de primaria) voluntarios. No es de extrañar que Candal insista: «Estas salas tienen un éxito enorme».

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