«Entramos en el piso en llamas, fue la oportunidad de vivir para ese hombre» | El Comercio

2021-12-27 04:53:13 By : Mr. Kevin Xiao

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El subinspector, Pedro Gallo, y los agentes Juan Amieva, José Castroy Severino Casanova, acompañados por el inspector jefe, Alberto Aragón. / P. NOSTI

«Pusieron su vida en peligro por alguien que se la quería quitar». La heroica intervención de cuatro agentes de la Policía Nacional salvó a E. B. O., un hombre de 65 años, que estuvo a punto de fallecer en su vivienda de la calle Fausto Vigil, en la Pola, el pasado agosto. Había reunido varias garrafas de gasolina y bombonas de butano y desatado un incendio que calcinó dos habitaciones de su piso y obligó a desalojar a una veintena de vecinos. La actuación de los agentes evitó una tragedia.

Ahora, dos meses después, los tres policías de la escala básica y el coordinador que se encontraban de servicio relatan de manera conjunta a EL COMERCIO cómo vivieron minuto a minuto aquella noche. Son Juan Amieva, Severino Casanova, José Castro y el subinspector Pedro Gallo, todos ellos un «orgullo» para el inspector jefe accidental de la comisaría sierense, Alberto Aragón. La coordinación y comunicación del equipo resultó decisiva en esta operación.

La llamada de alerta sonó sobre las tres de la madrugada. Una persona avisaba del olor a humo en el edificio y de que se habían escuchado diversas explosiones. Amieva, junto a Casanova, fue uno de los primeros en llegar al lugar y subir al piso afectado, un sexto. «Vimos salir el humo bajo la puerta». Sin respuesta y sin saber cuántas personas se encontraban en el interior, la única solución era acceder desde una terraza contigua, saltar, para ayudar a las personas que estuvieran en peligro. Tres metros y un armario de aperos separaban un balcón de otro. «De noche igual no teníamos tanta sensación de altura, ni lo pensamos, teníamos que saltar», continúa. Estaba oscuro, pero el humo «era todavía más negro» que el cielo.

«Solo se veía fuego dentro», pero el sonido de una «fuerte respiración» que provenía del interior de la vivienda fue «decisivo» para que Amieva tomase la decisión que cambiaría el rumbo de la intervención. Entró. Gateando y cegado por el humo, los golpes de los otros policías tratando de tirar abajo la puerta de entrada -«ya a la desesperada»- guiaron al agente entre las llamas. Su idea, abrir a sus compañeros, por lo que su esperanza, confiesa, era «que las llaves estuvieran en la puerta». Aunque «desorientado», las encontró en la cerradura y pudo dar las vueltas necesarias para abrir. Siete.

Fueron momentos intensos, duros. Casanova recuerda que «dejó de oír a Amieva cuando se metió» en el piso. No sabe cuánto tiempo pasó hasta que pudieron volver a ver sano y salvo a su compañero, «probablemente minutos», calcula Gallo, pero resultaron «eternos». Mientras, el resto de policías trataron de buscar una forma de sofocar el fuego. No había extintores en la escalera, así que Castro se vio obligado a buscarlos en el garaje del inmueble. También cogió «otros dos del coche». Por otra parte, habían pedido al vecindario «una radiografía para intentar forzar la cerradura de la vivienda, al final rompimos una carpeta de plástico, pero resultó imposible, así que empezamos a dar golpes», continúa Casanova. Fue entonces cuando escucharon las llaves de la puerta y vieron salir a Amieva «a gatas entre el humo». Fue una auténtica liberación.

Ya «en el momento en el que se despejó todo vimos una garrafa de gasolina». Automáticamente, el subinspector y los otros dos policías retiraron el contenedor con combustible y desalojaron el edificio. Con los vecinos a salvo, Gallo volvió a entrar. «Podía notar cómo el combustible me impregnaba la ropa», recuerda. A gatas, se dirigió al fondo del piso, acompañado por Amieva, cuyo reconocimiento previo a la vivienda «simplificó el trabajo». «Cuando alumbramos, vimos un charco de sangre tremendo, el hombre se había hecho un corte en un intento de quitarse la vida». Con consternación, Amieva prosigue: «Estaba con los ojos y la boca abierta, jadeando». Cogieron al hombre «uno por cada lado». «Sudaba, sangraba, resbalaba y estaba impregnado del hollín», por lo que «tenían la sensación de que se estaba deshaciendo en sus manos», detalla Aragón sobre lo vivido por los policías aquella noche. Finalmente, lograron sacarle y salvarle. El informe de la Jefatura de Oviedo destaca que «sin esa intervención hubiese fallecido de manera inminente» ya que las temperaturas en la casa llegó a alcanzar los 600 grados.

La víctima les ha dado las gracias desde la institución de salud mental en la que se encuentra actualmente en régimen semiabierto. «Nos pidió perdón por habernos puesto en peligro, él no le deseaba el mal a nadie», asegura Casanova. Los cuatro agentes sienten la «satisfacción» de haber tomado la decisión de entrar en el piso en llamas a pesar del riesgo: «Era la única oportunidad que tenía ese hombre».